sábado, 9 de mayo de 2015

La educación en Colombia: entre la esperanza del paro indefinido de los docentes y la decepción del acuerdo final.


En el poco más de un año que llevo en Colombia, he tenido la oportunidad y la inquietud de conocer un poquito la situación que vive el país, con especial atención a todo lo relacionado con la educación.  En estos últimos días, he seguido con mucha atención todo lo referente con el paro indefinido llevado a cabo por los docentes, para ello he prestado atención a lo que se publicaba en los medios de comunicación y en las redes sociales, he mantenido conversaciones con docentes, he seguido las declaraciones de la ministra y los representantes de los docentes, el sindicato FECODE (Federación colombiana de trabajadores de la enseñanza), las opiniones de las familias, etc.

Las impresiones que se tienen desde fuera y sin un conocimiento de la historia de la lucha por la mejora de la condición docente o la búsqueda de la calidad de la educación en este país, no siempre son claras, pues no es fácil percibir bien todos los elementos del conflicto y, menos aún, intuir las razones profundas que subyacen y mueven a cada uno. Pues es bien conocido que suele haber una larga distancia entre lo que realmente se piensa y lo que se suele decir públicamente. Además las luchas por los intereses gremiales, en el terreno político, y con los medios de comunicación haciendo de voceros, condicionados éstos, más o menos por intereses corporativos y poco conocidos o inconfesables en muchos casos, suelen producir tanto ruido como para que los ciudadanos en general y cualquier observador como yo, en particular, puedan percibir una realidad distorsionada y poco clara del problema, aunque más allá de todas esas dificultades, me gustaría comentar algunos aspectos técnico pedagógicos, más cercanos a lo que afecta a la calidad de la educación que a las manifestaciones realizadas por todos los agentes sociales y políticos implicados en el conflicto y publicadas en los medios de comunicación y redes sociales.

En primer lugar me gustaría decir que a los docentes les sobran razones para pedir la nivelación salarial, pues según estudios de FECODE los docentes ganan un 28%  menos que otros colectivos con titulación similar del país, igualmente les asiste la razón en lo relativo a la mejora del sistema de salud y el gran problema de la vinculación del ascenso en el escalafón con la llamada evaluación por competencias, que no parece que se ajuste ni técnica, ni razonablemente al propósito de servir como incentivo para la mejora de la calidad docente y educativa. Pero existen otros elementos de los que no he oído hablar casi nada y que son vitales para la mejora la calidad de la enseñanza tales como la formación pedagógica de los titulados que acceden a la docencia, que al no ser obligatoria, supone un obstáculo difícilmente salvable, pues viene a entorpecer la tarea que hacen las facultades universitarias e instituciones de formación pedagógica y didáctica por desvirtuar una función como la docente que es tan exigente y decisiva para el futuro de la nación. Pues, se hacen valoraciones generales por la sociedad, como si el cuerpo de profesores fuera homogéneo y todos cumplieran unos requisitos de formación científica, pedagógica y didáctica similares. Hecho que sin embargo sí se cumple en esos países de referencia tan manoseados como el caso de Finlandia, que a título de detalle hay que decir que, en ese país, sólo uno de cada diez aspirantes a profesor logra acceder, habiendo una selección previa a la realización de los estudios universitarios y una formación y seguimiento, a lo largo de los estudios, de un nivel de exigencia y trabajo que sólo aquellos que amen la profesión serán capaces de completar dichos estudios.

En segunda lugar reflexionemos un poco más sobre las tres cuestiones esenciales objeto de la demanda de los docentes.

Sobre la sanidad, no hay duda de su mala calidad pues así lo reconoció la ministra en sus declaraciones, admitiendo que ellos no podían hacer nada pues dependía de otros responsables. Además en esto si he conocido de primara mano el deficiente servicio que se presta a los docentes, además de las manifestaciones y evidencias de las que los medios de comunicación se hacen eco un día sí y otro también. Por tanto parece justo que los docentes deban recibir un trato más digno y de más calidad en su atención sanitaria.

En cuanto a la nivelación salarial, tampoco parece haber dudas de la injusticia social que se comete con los docentes por no tener unos sueldos que se ajusten al nivel de estudios, formación y responsabilidad social de su trabajo. Así lo manifestaba, en una columna de “El Tiempo”, 3 de marzo del año 2000, el actual presidente, Juan Manuel Santos, cuando decía cosas como esta: “Mientras el país se mantenga indiferente frente a la suerte de quienes tienen la inmensa responsabilidad de educar a nuestros niños, nunca saldremos adelante. La gran mayoría de los maestros en Colombia tiene que acudir al rebusque para complementar sus ingresos.” Aunque, junto a ello será necesario decir que un mejor salario no garantiza mayor calidad en el desempeño docente, pues existen abundantes pruebas de ello, por ejemplo Singapur uno de los países con mejor desempeño, tiene un gasto medio por alumno, en relación con el PIB, inferior a 27 países de la OCDE. (Mckensey 2008).

Pero quizás, el problema más importante y que más ha podido molestar a los docentes Colombianos, además del claro incumplimiento, por parte del Presidente de la República, de los acuerdos firmados en mayo de 2014, en concreto el que se refería a las evaluaciones competenciales de los docentes, que decía que ese año sería su última aplicación,  ha sido la utilización de dicha evaluación, por la administración educativa, como herramienta de control del gasto, ocultando  detrás  del ascenso en el escalafón las verdaderas intenciones de poner trabas a una mejora salarial basada en el mérito, la capacidad y la transparencia, ya que incluso la administración dejó pasar años desde la aprobación de la norma, creo que fue el año 2002, hasta su puesta en práctica, en el año 2010 quizás, lo cual perjudicaba claramente a los docentes que tenían la voluntad de ascender en el escalafón, a la vez que mejoraban su salario. Como prueba más evidente de todo ello, decir que sólo superan la prueba el 20% de los aspirantes, según declara FECODE y los propios docentes, lo cual es en sí mismo un fraude de ley al ser utilizada una norma con fines ajenos a los que se dictó. Pero no sólo eso, pues si lo que se quería con esta evaluación era incentivar la calidad docente parece a todas luces que se había pensado poco, pues es conocido por todos que la gran virtud que tiene la evaluación es ofrecer retroalimentación e información a quién es evaluado, para que conociendo sus fortalezas y debilidades pueda mejorar, es decir, la evaluación formativa es una potente herramienta que no puede despreciarse por un ministerio que dice buscar la calidad y equidad de la educación.

Aunque para hablar sobre calidad y equidad en educación sería necesario dedicar más espacio, sin embargo se puede decir, de manera breve, que no sólo depende de la excelencia docente, sino que hay otros muchas variables y responsables que inciden en los resultados académicos del alumnado. Especialmente es importante cuando se pretende dar un salto en la calidad y equidad en la educación de un país, que se realice un análisis global del sistema y del contexto general con todas sus particularidades y subsistemas, políticas y medidas departamentales y municipales, servicios sociales, ayudas y apoyo a las familias en vivienda y sanidad, es decir políticas generales de bienestar social, familiar y servicios básicos, pues de lo contrario suele ocurrir que se cambia algo para que todo siga igual. En concreto en el ámbito educativo, además del profesorado que todos estaríamos de acuerdo en la importancia de su selección, formación, incentivación y autonomía, para que sean más que meros ejecutores del currículum, consideramos esencial y necesario, entre otras medidas, tener en cuenta la cultura escolar, pues es conocida la resistencia al cambio de las organizaciones; analizar las relaciones de poder dentro de las instituciones educativas (currículum oculto), dotándola de normas y prácticas verdaderamente democráticas de participación responsable; garantizar un liderazgo compartido de las instituciones educativas, pues los liderazgos individuales tienen más inconvenientes que ventajas; propiciar los cauces más adecuados para que la comunidad educativa tenga presencia activa en los diferentes ámbitos de participación y decisión. Y, desde luego, creemos que ningún colectivo profesional admitiría la implantación de medidas o la realización de cambios en el que no se les oiga y, menos aún, que no se tengan en cuenta los conocimientos que la comunidad científica tiene acumulados sobre la materia en cada caso. En ese sentido, nadie consentiría que en su profesión se apliquen técnicas o protocolos de intervención que no cuenten con el aval de ser rigurosos y garanticen el éxito, estar de acuerdo con los avances más recientes de la ciencia y estar debidamente adecuados a cada contexto.

No queremos finalizar sin decir que recibida la noticia del final del paro de los docentes, por la firma del acuerdo entre FECODE y la Ministra de Educación, es necesario  hacer una mínima reflexión y expresar la sorpresa y el descontento que ha producido tal hecho entre muchos docentes y la sociedad en general, pues parece poco adecuado tener a tantos millones de alumnos sin clases, y sin la alimentación que se les ofrece en las instituciones educativas a los niños aquí en Colombia,  durante tantos días, para firmar un acuerdo que a los docentes, especialmente, les ha resultado poco gratificante según múltiples manifestaciones. Pero sobre los resultados de la negociación y la firma será mejor que, conociendo el estado de ánimo de los docentes y lo publicado por los medios de comunicación, cada uno saque sus propias conclusiones.

Os invito a dejar vuestras opiniones y sugerencias.

Pedro Navareño Pinadero.

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